En un tiempo donde todo se cuenta deprisa y el ruido domina cada pantalla, Mónica Carrillo representa el silencio que comunica. Periodista reconocida en Antena 3 Noticias, ha conseguido algo que pocos logran: trasladar la precisión del informativo al lenguaje íntimo de la literatura. En sus obras, la palabra no corre; respira. Su literatura es un espejo de emociones contenidas, una manera de mirar el mundo desde lo sutil, desde lo humano.

Primero, la autora y su tránsito. Su paso del periodismo a la narrativa no fue una ruptura, sino una transición natural. En la redacción aprendió a sintetizar; en la escritura, a desnudar lo esencial. Esa alquimia de precisión y sensibilidad se percibe en cada una de sus frases, donde la economía del lenguaje convive con la profundidad emocional. Carrillo domina la pausa y el matiz: escribe sin urgencia, pero con intención.

Después, su universo literario. En libros como El tiempo. Todo. Locura, Mónica Carrillo demuestra que la brevedad puede ser infinita. Cada microcuento es una cápsula de pensamiento, una emoción comprimida, un latido en forma de frase. Su estilo combina la elegancia del aforismo con la crudeza de la experiencia. Donde otros desarrollan tramas, ella crea ecos. Cada línea tiene una segunda lectura; cada palabra, una herida o una caricia.

Luego, su narrativa extensa. En novelas como La luz de Candela, Olvidé decirte quiero y La vida desnuda —premiada con el Azorín 2020—, Carrillo consolida una voz madura, profundamente femenina, y sin imposturas. Sus personajes no buscan ser ejemplares: son reales, vulnerables, capaces de amar, perder y recomponerse. Su prosa combina lo periodístico y lo poético, logrando que cada historia respire autenticidad. No necesita adornos ni artificios: le basta con decir la verdad desde la emoción.

A continuación, su mirada poética. Su escritura breve, heredera del microrrelato contemporáneo, recuerda a Benedetti o Elvira Sastre, pero con un tono más contenido, más introspectivo. En sus textos hay ternura sin empalago, ironía sin dureza y una constante reconciliación entre razón y sentimiento. Carrillo sabe que la poesía no siempre rima: a veces se insinúa en la cadencia de una frase, en el ritmo de un silencio o en la vulnerabilidad de una confesión.

Finalmente, la valoración. Mónica Carrillo ha logrado fundir dos mundos aparentemente opuestos: la objetividad del periodismo y la subjetividad de la literatura. En prosa, conmueve porque se atreve a mirar con honestidad. En verso, emociona porque sabe callar a tiempo. Su creatividad narrativa reside en esa tensión perfecta entre precisión y alma. No escribe para convencer, sino para acompañar. Su obra, breve en extensión, pero inmensa en resonancia, confirma que la literatura sigue viva allí donde alguien se atreve a escribir desde la verdad.

Mónica Carrillo es, en definitiva, una autora que ha hecho del lenguaje su refugio y su espejo. Entre noticias y palabras, entre micrófonos y silencios, ha aprendido a narrar la vida con la medida justa de emoción. Su escritura no pretende explicar el mundo, sino recordarnos que sigue latiendo.

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